miércoles, 12 de junio de 2013

La Pobreza y las Pobrezas



El concepto tradicional de pobreza es muy limitado, ya que se refiere exclusivamente a la situación de aquellas personas que se hallan por debajo de un determinado nivel de ingreso. La noción es estrictamente economicista. Sugerimos no hablar de pobreza, sino de pobrezas. De hecho, cualquier necesidad humana fundamental que no es adecuadamente satisfecha revela una pobreza humana. 

  • Hay una pobreza de Subsistencia (si la alimentación y el abrigo son insuficientes) 

  • Hay una pobreza de Protección (debido a sistemas de salud ineficientes, a la violencia, la carrera armamentista, etc.) 

  • Hay una pobreza de Afecto (debido al autoritarismo, a la opresión, las relaciones de explotación con el medio ambiente natural, etc.) 

  • Hay una pobreza de Entendimiento (por la deficiente calidad de la educación) 

  • Hay una pobreza de Participación (por la marginación y discriminación de las mujeres, los niños o las minorías étnicas) 

  • Hay una pobreza de Identidad (cuando se imponen valores extraños a las culturas locales y regionales, o se obliga a la emigración forzada, el exilio político, etc.), 

...y así sucesivamente. Pero las pobrezas no son sólo pobrezas, son mucho más que eso. Cada pobreza genera patologías, toda vez que rebasa, por su intensidad o duración, ciertos límites críticos. Esta es una observación medular que conviene ilustrar.




Economía y patologías

La gran mayoría de los analistas económicos estarían de acuerdo en que el crecimiento generalizado del desempleo, por una parte, y la magnitud del endeudamiento externo del Tercer Mundo, por otra, constituyen dos de los problemas económicos más importantes del mundo actual. Para el caso de algunos países de Latinoamérica habría que agregar el de la hiperinflación. 

A pesar de que el desempleo siempre ha existido, en mayor o menor grado, en el mundo industrial, todo parece indicar que nos estamos enfrentando a un nuevo tipo de desempleo, que tiende a persistir y que, por lo tanto, se está transformando en un componente estructural del sistema económico mundial.

Es sabido que un individuo que sufre una prolongada cesantía cae en una especie de 'montaña rusa' emocional, la cual comprende, por lo menos, cuatro etapas: 

  • Shock 
  • Optimismo 
  • Pesimismo 
  • Fatalismo 

La última etapa representa la transición de la inactividad a la frustración y de allí a un estado final de apatía donde la persona alcanza su más bajo nivel de autoestima. Es bastante evidente que la cesantía prolongada perturbará totalmente el sistema de necesidades fundamentales de las personas. 


Debido a sus problemas de subsistencia, la persona se sentirá cada vez menos protegida; las crisis familiares y los sentimientos de culpa pueden destruir sus relaciones afectivas; la falta de participación dará cabida a sentimientos de aislamiento y marginación, y la disminución de la autoestima puede fácilmente provocar en el individuo una crisis de identidad.

La cesantía prolongada produce, pues, patologías. Sin embargo, esto no constituye la peor parte del problema. Dadas las actuales circunstancias de crisis económicas generalizadas, no podemos seguir pensando en patologías individuales. 

Debemos necesariamente reconocer la existencia de patologías colectivas de la frustración, para las cuales los tratamientos aplicados han resultado hasta ahora ineficaces.




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